martes, 9 de septiembre de 2008

Desde nuestro punto de vista los resultados son inmejorables, observándose una libertad de ejecución y de expresión poco habituales en las escuelas
कंदों कुइएँ propone el taller: es escultor, su visión del trabajo es artística no necesariamente fundamentada en la didáctica curricular y propone actividades a los niños como si de artistas se trataran, valorando la creatividad y la iniciativa de los niños con la mínima imposición de centrar los temas de trabajo, proporcionarles los materiales y ayudarles en el proceso de creación cuando lo demandan. En definitiva se trata de un artista que como especialista en el tema pretende que los niños también disfruten de sus creaciones.
-Los protagonistas de la experiencia: los niños। Estos aportan sus propias ideas, participan verbalizando lo que quieren hacer, juegan con los materiales trabajando con total libertad y sin prejuicios adultos y, sobre todo, sin las imágenes esteriotipadas tan habituales en los centros escolares. También participan activamente en la selección de trabajos
Cualquier tipo de planteamiento referido al niño ha de partir necesariamente de la observación de sus propias necesidades.
Si observamos la experiencia infantil nos daremos cuenta de que los niños/as en las edades más tempranas comienzan a distinguir las cosas que les rodean porque las tocan, las cogen, las palpan, se las llevan a la boca.... Basándose fundamentalmente en los sentidos de la vista y el tacto comienzan su conocimiento del mundo। El lenguaje verbal vendrá luego y con él la significación de su entorno físico. Así pues, la manipulación de objetos concretos y cotidianos constituye la base del conocimiento humano porque a través de estas acciones físicas, se adquieren saberes y se interiorizan.
Una de las experiencias más satisfactorias para los niños y las niñas es la creación de formas a partir de una masa -arcilla o similar- que les permita modelar y modificar su volumen inicial। El contacto directo con la materia dúctil produce muchas reacciones internas en el niño: le permite descargarse emocionalmente, propicia el desarrollo de su coordinación viso-motriz, lo relaciona con su medio, pero, sobre todo, le permite expresarse libremente. La utilización de la arcilla, por ejemplo, favorece el trabajo espontáneo pues sus características maleables animan al niño a hacer y deshacer sin sentirse limitado por una materia definitiva.
El juego espontáneo con los materiales es natural en el ser humano। Para los niños es natural relacionar las formas con el espacio real, por ello la organización espacial en la tercera dimensión supone una afirmación de su percepción real del mundo. En la construcción, el niño establece relaciones directas entre sí y los objetos, satisface su curiosidad, juega con los materiales, ejerce su voluntad desplazando y ordenando las piezas de acuerdo con su imaginación y su fantasía.

Los dos aspectos que mejor definen la tridimensionalidad: la forma y su espacio tienen una importancia relativa para los niño/as pequeños/as. De la misma manera que en sus garabatos y pre-esquemas gráficos lo que les interesa es el juego visual y motriz sobre la superficie del papel, y, por lo tanto, no conceden ningún valor la forma dibujada y el espacio en el que la sitúan; cuando se interesan forma en volumen y el espacio que ella genera tampoco les preocupa si lo modelado - por ejemplo- realmente es un volumen.

Por lo tanto, para ellos lo esencial no es la forma sino la materia y tanto si se trata de arcilla, de plastilina, o de cualquier otra pasta de modelar, durante los primeros contactos con la materia los niños disfrutaran estirando, aplanando, hundiendo, golpeando....es decir, descubriendo y jugando con sus posibilidades y limitaciones.

Por ello en el interés que mueve al niño a modelar, el primer lugar lo ocupa la materia: su exploración, la acción para transformarla। Y esta fuerte motivación es la que debemos aprovechar para proporcionarles materiales con distintas texturas que permitan a la vez un enriquecimiento progresivo de la sensibilidad del tacto.
Así, de la misma manera que juegan con objetos cotidianos - muebles, cajas -, proyectan en estas acciones sus propios sentimientos y sensaciones y consolidan, poco a poco, su comprensión del espacio.

Esta concepción espacial se produce de una manera secuencializada, como muchos psicólogos y pedagogos - Piaget, Stern, Duquet, Kellogg, Lowenfeld, Oñativia, Holloway - nos han informado en diversas investigaciones, y aunque las denominaciones varían de unos autores a otros -estadios, niveles o etapas- todas sus propuestas coinciden en que existen básicamente tres estadios de asimilación espacial en los que siempre quedan vinculados la experiencia del propio cuerpo con el entorno vivencial।