Cuando yo era pequeña, en mi casa había una habitación destinada a taller. Allí había una cama,un gran pizarrón, una ventana que daba al fondo y muchísimas herramientas. Todo estaba al alcance de la mano.
Solía hacer mis deberes allí. Primero en el pizarrón y después los pasaba en limpio. Dibujaba, pintaba, esculpía, desarrollaba experimentos, construía...En ese mundo era feliz!
Cuando crecí añoré siempre ese espacio. A mis hijos se los otorgué. Mi taller estaba para que ellos desarrollaran su expresividad y experimentaran.
Hoy para ellos nada es imposible. Se atreven a desarmar hasta complejas máquinas y rearmarlas sin problemas. Actúan con creatividad ante cualquier desafío que les depara la vida.
Es este el cometido del arte infantil. No se trata de enrolar artistas desde pequeños como ocurre con el fútbol, sino de permitirles ser mejores personas.
Hoy, después de muchos años de trabajo con niños, llevo adelante un taller de arte en un colegio. Fue durísimo el comienzo. Nadie lo entendía, todos querían fama. Hoy vamos sensibilizando cada vez a más gente. Los grupos van siendo más concientes de lo que están haciendo. Aún queda mucho, pero lo más importante es concientizar a los adultos que aún no pueden dejar el paradigma de lo académico y dañan la creatividad del niño. Ellos son los llamados ASESINOS DE LA CREATIVIDAD.
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